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Josmachine Blog

El vacío mental como forma de vida

Feliz cumple, Carabiru

Hoy es el cumple de nuestra amiga Carabiru y, por cosas del destino y a pesar de que lo normal sea que nos separen unos mil kilómetros, hemos podido estar con ella. Lo hemos pasado bien, la verdad. De entre los muchos temas que hemos hablado uno ha sido sobre la genial web Three frames. En honor a esa divertida conversación y como regalo para Carabiru, ahí va mi personal aportación.

Super Mario rescata a la princesa

Para probar la nueva función subtitulado de Dailymotion he aprovechado para subir este vídeo que me hace mucha gracia y subtitularlo en español. El vídeo forma parte de una mini serie llamada Catch the Calvacade, que Seth McFarlane, el creador de Padre de familia, ha hecho para, parece ser por lo visto, Burguer King. Lo que he descubierto es que, al parecer, por ahora la opción de subtítulos solo está disponible desde la propia web de Dailymotion. Para verlo pulsad aquí.

Si os gustan los los clásicos juegos de Nintendo (y no tan clásicos, el Super Mario Galaxy para Wii es una maravilla) supongo que este vídeo os hará reir.

Saludos.

Paranoia

Buf, he entrado en La tira de Jos y he visto que la última tira que publiqué fue en febrero. Me he dicho, esto no puede ser, y me he ido corriendo a Toonlet para hacer una tira nueva.

La verdad es que resulta complicadísimo mantener un nivel de publicación estable, aunque no se demasiado alto, de cualquier cosa. Y mira que hacer este tipo de tiras resulta sencillo, pero es que se me olvida. Igual que se me olvida poner un Twitter o mirar a ver si han contestado un comentario que dejé en algún sitio, o las fechas de cumpleaños próximas en Facebook. En fin, que Internet es una selva de aplicaciones y cosas que me encanta pero que también me vuelve un poco loco. Mi deseo es seguir publicando más a menudo en La tira de Jos. Ya veremos si lo consigo.

John, Ace, Christian y la amistad

Imaginad que os enamoráis de un cachorro de león y os lo lleváis a casa haciendo caso omiso de lo que todos os aconsejan ya que, en el mejor de los casos, cuando el león se haga adulto, os tendréis que separar de él para llevarlo a una reserva natural. El león crece feliz con vosotros y lejos de causar problemas os llena la vida de alegría. Pero, efectivamente, llega el día en el que os tenéis que separar. Pasado un año largo le hacéis una visita. Los responsables de la reserva os advierten que el león ya es adulto, que se ha aclimatado a su nuevo hogar y no os va a reconocer. ¿Vosotros qué diríais?

Maravilloso.

Cómo conseguir un peluche sin echar dinero en la máquina

Recuerdo que de niño me encantaban las máquinas de bolas. Aunque siempre pedía una moneda (creo que costaban 25 pesetas) mis padres casi nunca cedían (de vez en cuando mis hermanos y yo seducíamos a algún tío o abuelo) y tenía que conformarme con mirar las bolas desde fuera, con sus jugosos regalos flotando en su interior. Además, siempre había alguno de los premios que me atraía más que los demás e imaginaba que era ese precisamente el regalo que la máquina me escupiría. Cuando pasaba cerca de alguna de estas máquinas invariablemente abría la tapa por si algún niño despistado había echado la moneda pero había olvidado el regalo. Si eso fallaba intetaba girar la maneta por si otro niño despistado había introducido el dinero pero no había sacado el premio. Creo que nunca funcionó semejante artimaña y tuve que seguir soñando con que algún día nadaría en una piscina repleta de bolas llenas de regalos. Tampoco pasó nunca. Sin embargo, al cabo del tiempo, cuando ya era un poco más mayor, aparecieron en ferias y parques de atracciones ese tipo de maquinas llenas de tesoros como peluches, relojes, calculadoras y toda suerte de artilugios tan inútiles o más que los premios que aparecían en las bolas. Para colmo de males, había que cogerlos con un gancho que siempre fallaba. Eso sí, el sitio por donde salían los regalos era un poco más grande que el de las bolas ofreciendo posibilidades que aquellas no tenían. Y a las pruebas me remito.

Lo vi aquí.

La canción del anuncio de Yves Saint Laurent

Este es uno de esos anuncios que al principio pasan desapercibidos pero que con el tiempo, a fuerza de verlos, se te van quedando y al final te encantan. Al menos es lo que me ha pasado a mi. Es un anuncio muy sencillo: giro contrapicado del hueco de una escalera, Olivier Martínez en una habitación vacía con panorámica circular y mirada a cámara. Más sencillo y elegante imposible. En definitiva el anuncio nos vende L’Homme, una frangancia de Yves Saint Laurent que, como su nombre indica, es para hombres.

Pero, al margen de la realización, es indudable que el gran atractivo del spot es la música que suena. Si vosotros, como yo, os habéis preguntado de qué canción se trata, quien la compone e interpreta y dónde se puede conseguir, aquí estoy yo para contároslo.

Pues veréis, desgraciadamente el tema está compuesto para el anuncio lo que significa que no es un tema que se pueda descargar del iTunes, ni está en un Cd que se pueda comprar en la Fnac. El tema se llama Everything can go, su autor es Nikola Acin y está interpretado por Lou Marco. La letra, breve como imaginaréis, es la que sigue:

Let the walls start shaking
And the earth start quaking
And let the thunder roar
Everything can go if you don’t love me

¿Soy el único al que le encanta? Por cierto, si os apetece aquí podéis ver el making of.

ACTUALIZACIÓN

Más de doce años después de publicar esta entrada, he llegado al blog a través de un comentario y he vuelto a leer este post y, por supuesto, he vuelto a ver el anuncio y escuchar la canción, que me sigue maravillando.

Es entonces cuando se me ha ocurrido buscar qué habría hecho el autor de la canción en estos doce años y he descubierto horrorizado que Nikola Acin falleció poco más de un mes antes de que yo publicase esta entrada. Me ha invadido un extraño desasosiego, no sé si por esa sensación que nos produce la muerte de un desconocido al que le reconocemos un gran talento o por al tristeza egoísta de saber que «Everything can go» nunca llegará a ser una canción completa, o al menos, una canción más larga. O quizá sea porque, en estos doce años ni yo, ni por lo que veo, mucha más gente, hemos dejado de buscar esta canción. Os dejo una versión del anuncio, unos segundos más larga.

Lo ví aquí.

Hydro Train

Ay, la red. Nos entrelaza, nos atrapa y nos acerca unos a otros. El contenido viajando de una punta a la otra del ciberespacio, reproduciéndose una y otra vez, siendo leído con atención, en diagonal o simplemente ignorado para mirar solo las fotos. Está claro que Internet está lleno y eso hace que, entre toda la basura, se encuentren joyas como el vídeo que os muestro a continuación. Lo he cogido prestado del blog de Chico Santamano -un blog que os recomiendo encarecidamente- y es que no puedo resistirme a mostrároslo.

Iconos manga de GTA IV

Esta es una de esas cosas que produce el aburrimiento. Me he metido en Face your manga y jugueteando se me ha ocurrido hacer un ávatar manga de Nico Bellic, el carismático prota del Grand Theft Auto IV, y cuando me he dado cuenta llevaba hechos seis personajes. Aquí los dejo por si a alguien le apetece cogerlos y usarlos en algún perfil.

Bueno, este es el primer acercamiento a los videojuegos que hago en el blog (en cualquiera de ellos) y me da que va a ser el inicio de algunos posts que tengo en mente. Lo que no se es si escribirlos aquí o ampliar la temática de Antiegos e incluir videojuegos y otras cosas. Ya veremos, por lo pronto aquí dejo esto.

Los pingüinos voladores de la BBC

Probablemente si un niño nos preguntase si los pingüinos pueden volar nos sonreiríamos ante la candidez de la pregunta. Seguramente contestaríamos con toda la condescendencia del mundo que no, que a pesar de ser aves y tener ala, los pingüinos no vuelan. Aunque ¿a quién no le gustaría verlos surcando los cielos azulados?

Pues gracias a la BBC si un niño les hace esa pregunta, ustedes podrás responder que quizás y después mostrarles este vídeo.

Esta es la magia que tiene la televisión.

Vía: Pixfans

Dificultades a la hora de crear un videoblog

Cualquiera que haya leído de forma medianamente regular los post que escribo aquí e incluso en Antiegos sabrá que hace tiempo que voy detrás de la idea de crear un videoblog. Uno de los principales problemas a los que me enfrento es el de la página en blanco, la pantalla en blanco podría decirse en este caso.

La cuestión es que, en la teoría, he aprendido qué es y cómo funciona un videoblog, cuáles son las mejores formas de hacerlo funcionar y distribuir y, además, no me faltan ideas. Pero por algún motivo no termino de decidirme. Creo que mi principal temor se basa en la continuidad. De hecho, Antiegos y este mismo blog han disminuido en su frecuencia de posteo, por supuesto, debido a las obligaciones y compromisos de lo que llamamos «vida real». La cuestión es que, a pesar de todo, la idea no se me va de la cabeza. A ver si encuentro una motivación y un punto de arranque que me sirva de detonante e inspiración. Si se os curre algo, soy todo oídos. Aquí os dejo uno de los vídeos fallidos de prueba.

Ni tanto ni tan calvo

Desde ya pido disculpas por el post que estoy a punto de escribir pero estoy seguro de que no soy el único que ha pensado esto alguna vez. Aquello de que enseñarle a alguien el culo de forma burlona se llame «hacer un calvo» parece tener una explicación de una simpleza que tira para atrás. Imagino que la inesperada imagen de un trasero lanza a la mente una suerte de analogía visual que, con el tiempo, ha conseguido que la expresión quede perfectamente enquistada en el vocabulario popular.

Pero, ahora bien, ¿no sería más acertado un término del tipo «hacer dos calvos» por ejemplo? Además, tal como comento en la tira, esto de «calvo» no sé cómo será hoy que vivimos días de metrosexualismo, pero os aseguro que yo conozco a más de uno que le gustaría tener la mitad de flequillo en la cabeza que el que tiene en…

En fin, dejando al lado el mal gusto os pregunto dos cosillas:

  1. ¿Os han hecho alguna vez un calvo?
  2. Y vosotros, ¿lo habéis hecho?

😆

Las calabazas que nunca llegaron

Todos hemos sido jóvenes alocados, púberes cándidos y/o giliputienses de la hormona. A esa edad nos vemos invadidos por certezas como que nuestros amigos nos entienden mejor y son más listos y leales que nuestros padres, que en revistas tipo Nuevo Vale, Superpop o Ragazza, que leíamos en secreto robadas de la mesilla de nuestras hermanas, se encuentran las claves apócrifas del sexo y las mujeres, que nuestra media naranja, una persona perfecta para nosotros que aúna todo lo que deseamos (además de estar más buena que el copón) pulula por ahí esperando a ser encontrada, seguramente en la Copy, en Disco Lemmon o en el Blue Pink Pub y que si no nos encontramos nunca será por culpa de ese portero cabrón al que le voy a restregar el DNI por la cara el día que cumpla 18 (¡Niñato tu padre!).

Ay, que tiempos… El caso es que al margen de la broma, la adolescencia es una etapa muy, pero que muy difícil ¿eh? Nos gusta pasar más tiempo con nuestros granos que con nuestros padres, podemos jurar con la misma determinación ante un amigo una amistad eterna o ante nuestra madre que no volveremos a bajar más la basura. Somos impulsivos, irracionales y egoístas y nuestros enamoramientos son patológicos.

¿Qué grado de sinceridad había en esos sentimientos de amor que éramos capaces de sentir? ¿Qué nos empujaba a buscar pareja, el sexo, el ego? ¿Y las calabazas? Cómo dolían ¿eh? Dolían más que un cero en mates, más que si tu amigo se compraba las zapatillas que tú querías, mucho más que cuando tus padres te obligaban a irte con ellos de viaje justo el fin de semana que el Chimo hacía una fiesta en su campo por que no estaban su padres. La extensión de nuestra existencia era bastante limitada, el instituto, casa y los fines de semana, pero nuestros problemas eran los más grandes del mundo y las calabazas eran lo peor.

Debo reconocer que yo no me llevé muchas, no sé si porque mi cobardía me impedía dar el paso a no ser que estuviese muy, muy seguro, o porque realmente era un tipo absolutamente arrebatador. 🙂 La cuestión es que cuando ocurría era horrible, una punzada al orgullo imposible de sentir si te afeitas más de una vez por semana. Pero las peores calabazas no eran las que te explotaban en la cara con un NO cortante, no, la peores eran las que te mantenían en vilo, aquellas que eran como fantasmas de una pregunta no contestada. «Tengo que pensármelo». Esta frase que en la vida adulta es un eufemismo en toda regla, en la adolescencia es un resquicio de esperanza, una posibilidad que nuestra mente se niega a diluir. Un «tengo que pensármelo» es la calabaza que nunca llega, una que te clava al lado del teléfono esperando una llamada, que te mantiene despierto en la cama soñando con un futuro que nunca existirá mientras la otra parte ya ha tomado la decisión. Un «tengo que pensármelo» es un acto de humillación y cobardía.

Amigos, les invito a que nos cuenten sus historias de dolor adolescente, de desengaños, de traiciones, de risa. Porque ahora nos reímos ¿no?

Con y sin corbata

Siguiendo el comentario que hacía Miss Sinner en el post anterior sobre que si parezco un macarra o un señor respetable, me tomo la libertad (faltaría más, se trata de mí mismo ¿no?) de poner un par de fotos en plan «busque las diferencias». Diré como curiosidad que las fotos pertenecen al mismo día, una de ellas con corbata, en el curro, y la otra un poco más tarde, después de una cena copiosa y con un delicioso mojito delante.

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Y es que seguramente el trabajo nos hace actuar de determinada forma, al igual que otras situaciones de la vida a las que nos enfrentamos. No hay nada como estar feliz acompañados de los amigos echándonos unas risas. El único problema son las cámaras digitales, tan abundantes en estos días, que casi nos obligan a poner caras como las de la foto con el único ánimo de reírnos un rato, aunque sea de (con) nosotros mismos.

🙂

Me acompañan en la foto Juanma e Isra, antes de marchar a la tan lejana, para nosotros, Soria motivo y causa, entre otras cosas, de semejantes caras.

Las miradas en los cajeros

 

Ante todo decir que no voy meándome por los cajeros autómaticos. Evidentemente, de esta tira, lo que está basado en la realidad es la obsesión y el miedo que tiene la gente en los cajeros automáticos. Y no digo que no haya que tener cuidado, claro que sí, pero es que a veces me parece algo desproporcionado.

Hoy, por ejemplo, he entrado en un cajero a sacar dinero para hacer la compra y, a pesar de que el banco estaba abierto y lleno de gente, con los sistemas de seguridad a pleno rendimiento, el hombre que había delante de mi me ha echado una mirada por encima del hombro que, desde luego, si yo fuese un delincuente, habría pensado que ahí había mucha pasta. No sé, no es que me sienta ofendido ni nada de eso, pero es una de esas cosillas que te hace preguntarte en qué escala de macarrísmo estará tu aspecto.

Antiegos ha «petao»

Bien, como casi en todas las tiras de Jos este hecho también está basado en la realidad. Desde hace unos cuantos días Antiegos estaba dando algunos problemas de carga hasta que ayer, de repente, petó. Recibí un correo de Dreamhost en el que me decían que habían restringido mis permisos de acceso y que debía desinstalar ciertos plugins para arreglar el tema. La cuestión es que sin el acceso al blog y con mis limitadísimos conocimientos veo esto algo complicado.

Por suerte cuento con la ayuda del que cada día considero más amigo Miguel Ángel para echarme un cable con el asunto. No sé qué pasará con Antiegos y reconozco que tiemblo al pensar en que pudiese perderlo ya que este blog me ha dado muchas alegrías y sería una lástima que por mi ignorancia todo se fuese al traste. Esperemos que no sea así.

Actualización

Gracias a Miguel Ángel Antiegos ha vuelto a su ser y diría que mejorado. Muchas gracias Miguel Ángel, eres un amigo.

Erasmus

Esta tira está basada en algo que me está ocurriendo de verdad desde hace unas semanas. Recibo regularmente emails de alguien que no sé quien es. Mi correo está incluido en la lista de CC y tampoco conozco a ninguno de los demás correos. Me imagino que, en un momento dado, este chico se anotaría mi dirección por cualquiera sabe qué motivo y me ha incluido en el envío masivo.

La verdad es que me siento algo incómodo con sus emails ya que siento que estoy leyendo cosas de la vida de alguien que realmente no quiere contarme a mí y, aunque tampoco son nada del otro mundo, siento que invado la intimidad de alguien.

He pensado en escribirle para preguntarle quién es pero me da miedo que me saque de la lista de correo. Y es que a veces manda unas fotos tan estupendas…

Pajillero

La vida es muy corta para un mal trabajo

Mal trabajo 3 Mal trabajo 1 Mal trabajo 2

Cuando he visto la magnífica campaña publicitaria de esta web alemana de búsqueda de empleo he dicho para mis adentros : ¡¡Una verdad como un templo!! Y estamos hablando de Alemania, país en el que las condiciones laborales están a años luz de las que se pueden «disfrutar» en nuestro país y ya ni hablar de otros muchos países que se encuentran fuera del marco de la Unión Europea.

Y es que, aunque resulte muy obvio, parece que está feo decirlo. Yo todavía padezco la punzada del sentimiento de culpa cuando me planteo mejorar mi vida laboral. Parece que está mal visto querer mejorar, como si el no conformarnos con los miserables sueldos, las injusticias más viles o, sencillamente, pensar que los sindicatos hoy en día no hacen nada de nada, nos vuelve unos irresponsables con nuestros empleos o, lo que es peor, unos vagos que no quieren doblar la espalda. Casi me siento obligado a decir aquí que yo, dentro de lo malo, no me encuentro en las peores condiciones. Creo que mis jefes valoran mi trabajo y mi esfuerzo aunque no me lo digan y cumplen la ley, que ya es mucho. Pero la mayoría de mis amigos y familiares viven o han vivido situaciones que me ponen los pelos de punta.

La vida es muy corta para un mal trabajo, qué verdad tan grande, lo malo es que a medida que pasa el tiempo, en la mayoría de los casos, permitirse el lujo de intentar mejorar se vuelve más arriesgado. Y encima nos toca tragarnos que los trabajadores con puestos menos remunerados son los que viven menos años frente a la longevidad de los altos cargos. ¿Y han necesitado hacer una encuesta para eso? ¡Bah!

Si queréis ver más publicidad con ingenio y humor lo podéis hacer aquí.

Lo saqué de Menéame

Gremlins

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El troll

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Diferencias entre llevar y no llevar gafas

Lo acabo de ver en Menéame y me ha parecido genial. Es la campaña publicitaria de Oogmerk, sencilla y directa en la que se muestra cómo pueden cambiar distintos tipos de personas al llevar o no llevar gafas. Lo que más me gusta es que estas impresiones están basadas en los inevitables prejuicios que podemos llegar a adquirir. Bueno, me dejo de palabrerías y os expongo las estupendas imágenes.

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Vía: Pizdaus

El arte de Brian Taylor

Hace unos días terminé de rediseñar el blog con la idea de empezar a tomármelo más en serio y mantener un ritmo de actualizaciones más continuo del que había llevado en los últimos meses. He elegido esta plantilla porque me da una sensación bastante agradable de limpieza y orden.

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En la cabecera he incluido un dibujo de un artista que descubrí hace muy poco y que me dejó alucinado. Es Brian Taylor y su arte no puede dejar a nadie indiferente. Su técnica combina el diseño del cartoon más clásico y naïf con una iconografía sangrienta, desgarradora o directamente tenebrosa. El efecto es impactante. Aquí os dejo su web Candykiller (nombre que me parece totalmente acertado para sus trabajos) para que lo juzguéis vosotros mismos. En ella podréis encontrar sus dos libros, muchas ilustraciones, algunos juguetes y un acceso a su blog. Y si os quedáis con ganas siempre podéis entrar en Moo y usar su diseños para unas tarjetas de visita, unas postales o unas felicitaciones. Son geniales y nada caros.

Reflexiones sobre la basura

Si te compras uno de estos tarros de café, lo consumes y dejas el recipiente de cristal encima del mármol de la cocina durante días, llegará un momento en que, harto de verlo ahí, le quites la tapa y lo eches a reciclar. O sea, tires la basura. Sin embargo, si esa botellita con forma curiosa se usa como recipiente donde guardar la calderilla deja de ser basura. Ahora es una hucha. Pero vayamos más allá. Imaginemos que con el trajín de vida diaria, de forma accidental, esa botella se va quedando vacía hasta que deja de ser vista como una hucha a pesar de las pocas monedas que aun le quedan dentro. Se la relega a un rincón oscuro y poco frecuentado de un armario y allí pasa los años, olvidada, viendo cómo ese mismo armario se va llenando de objetos inservibles como ella que la van arrinconando más y más en la oscuridad del receptáculo.

La casa cambia, se reforman el aseo y el salón, se pintan las paredes y se arregla la cocina pero, curiosamente, del viejo armario lo único que se cambia es la puerta. ¿Para qué más?, allí nunca mira nadie. Poco a poco los niños se van marchando a vivir sus vidas y los padres, aquellos que un día la llevaron a esa casa, van envejeciendo de forma lenta y rutinaria.

La casa se va quedando en silencio y los demás objetos, como las sillas y las puertas se van volviendo estáticos. El suelo cada vez tiene más parcelas que no son pisadas y las persianas cada vez están más abajo. Un día el padre falta y al poco viene uno de los niños a llevarse a la madre. La casa se cierra de forma casi hermética.

Y vuelven a pasar los años en la más estruendosa oscuridad y en el más oscuro silencio. El polvo lo cubre todo y las arañas van cambiando de generación en generación. Un día empieza a llegar gente, recorren la casa de forma mecánica. Se van y al día siguiente vienen otros y se repite la operación. Pasan los meses y un buen día alguien llega para quedarse. Los muebles van desapareciendo y los cajones se van vaciando. El olor a pintura y el sonido de los martillos y los taladros le recuerdan a sus antiguos dueños. La casa está cambiando otra vez.

De repente, se abre el armario. Una mano joven e impaciente empieza a vaciarlo, metiendo esos viejos objetos en la bolsa de la basura. Unos dedos le palpan con curiosidad y cuando la sacan fuera nota cómo la luz pasa a través de su cuerpo reflejando las tres monedas sueltas. El hombre la echa con el resto de objetos pero la mujer la recupera. Es bonita, dice, y muy antigua. El hombre insiste en que no tiene valor, en que solo es basura, pero ella le explica que no, que es mucho más que eso. Fue una hucha, la hucha de sus abuelos, un objeto que les regaló ilusión, deseos y esperanzas. La basura no hace eso.

Interrupciones musicales

Tengo una manía extraña, cuando voy en el coche y está sonando una canción que me gusta mucho tengo que escucharla entera. Es decir, si por algún motivo llego a mi destino y la canción no ha terminado me quedo en el interior hasta que esta termina. De hecho, si la música viene de un CD, una vez que el tema ha acabado, apago el equipo justo en el silencio entre las pistas para que no empiece el siguiente tema. No me gusta que suene ni la primera nota.

He de decir que esperar dentro del coche a que termine una canción tampoco es que me haga cierta ilusión pero si hay que hacerlo, se hace. La cuestión es que, invariablemente, cuando suena uno de mis favoritos aquellos semáforos que normalmente estarían en rojo están en verde, donde habría retenciones tengo vía libre y si el coche necesita gasolina aparecerá una gasolinera donde antes solo había un solar. Llegar a mi destino siempre es más fácil cuando la música me envuelve y quiero ir un poco más despacio. Pero tampoco hay prisa, ¿no?

Obras de arte de la fotografía con Lego

Si hay algo de Internet que realmente me encanta es cuando encuentro el trabajo de alguien con ganas de hacer algo diferente y original. Esto es lo que me ha pasado con Balakov, un fotógrafo con una cuenta en Flickr en la que se pueden ver reproducciones de fotografías famosas reconstruidas con muñequitos de Lego. Aquí tenéis una muestra genial.

lego-viga.jpg

Pero no solo hace unas estupendas fotos con muñequitos, es que además nos muestra cómo las hace. De verdad, una gozada.

Nota: He encontrado esta cuenta en un blog pero se me ha cerrado el explorador antes de poder enlazarlo y ahora no recuerdo cual era. Por favor, si algún editor de dicho blog pasa por aquí que lo diga y lo enlazará en el acto.

Una nota nunca viene mal

Es curioso como la creencia en ciertos personajes que, cuando somos niños, creemos perfectamente real, se va evaporando a medida que crecemos. Supongo que no es algo voluntario, la vida puede ser muy cruel y frecuentemente nos muestra su peor cara. Pero, ¿porqué dejar de creer en los vampiros, en Superman o en Los Diminutos? El mundo de aquellos años en los que teníamos la certeza de que un ratón metía su diminuta manita bajo nuestra almohada y cambiaba nuestros dientes de leche por monedas, era, indudablemente, un mundo mejor. Ahora, de adultos, la sola idea de que un roedor se nos acerque a la cara mientras dormimos nos repugna, por muy buenas que sean sus intenciones.

Por este motivo, a pesar de tener muy claras como son las cosas de la vida de un adulto, siempre he dejado un margen para la magia, para la ilusión y, sobre todo, para la esperanza. Afortunadamente, en un momento determinado encontré (o me encontró ella, quizás) a Ruth, una persona que hace que no olvide que la vida va más allá de lo que normalmente los ojos nos dejan ver.

El pasado 24 de diciembre, Nochebuena para más señas, desde primera hora de la mañana Ruth no dejaba de preguntarme a qué hora vendría Papá Noel este año. Y cómo quieres que lo sepa, le decía yo, pero era tal su insistencia que tuve que poner esta nota en la puerta cuando salimos a desayunar.

Nota papá noel

Creo que esto la tranquilizó un poco y he de reconocer que yo también me sentí algo más liviano. Finalmente, el barbudo llegó por la noche.

Magia (virtual) navideña

No sé si lo conocéis, pero si no es así yo os le presento. Se llama Marco Tempest y es, según se denomina él mismo, un Mago Virtual. Creo que yo lo descubrí por casualidad surfeando por Youtube y me suscribí inmediatamente a su cuenta. Normalmente Marco realiza vídeos en los que no hay ningún trabajo de postproducción aunque, con el vídeo que aquí os dejo, no las tendría yo todas conmigo. Aprovecho para desearos, a todos los que, como siempre, paséis de casualidad, unas felices fiestas.

Esclavo del blog

Precisamente el otro día lo comentaba con Ruth, uno abre un blog y una de las cosas que más le atraen es que tiene la casi absoluta libertad de expresarse y escribir lo que quiera. Y así va creciendo y se va formando una cierta comunidad a su alrededor. Pero con el tiempo el blog se va decantando, va tomando un estilo y se va centrando en una forma y de repente uno descubre que, en realidad, ya no es libre para escribir lo que quiera o como lo quiera, se debe a unos lectores que están ahí por que les gusta lo que leen y, aunque no fuese por eso, resulta muy complicado romper de repente un esquema de publicación que sabemos que nos funciona porque eso rompería también la coherencia del blog.  Pero bueno, uno siempre puede decir que es libre de ser esclavo de su propio blog, ¿no?.

Rot13, sin miedo a los spoilers

ROT13

¿Cuántas veces nos hemos encontrado con la situación de, por ejemplo, querer hablar de una película o serie actual y no hemos poder hacerlo con total libertad debido a los spoilers? Muchas, ¿verdad? Pues hoy, de casualidad, me he enterado de un sistema que al parecer no es nada nuevo pero que permite que puedas escribir spoilers o cualquier otra información delicada sin miedo a que los que no quieran acceder a ella puedan pasar la vista por encima del texto sin problemas.

Se trata de Rot13, un tipo de cifrado que sustituye las letras que escribes por las que ocupan la posición número trece hacia adelante en el abecedario. De esta manera, si pretendemos escribir una entrada o un comentario con ciertos datos relevantes, siempre podemos entrar en Rot13, picar allí el texto y publicar el código que nos devuelve, así el que esté interesado en saber qué es lo que hemos escrito solo tiene que volver al Rot13, pegar nuestro cifrado y leer el texto sin problemas. Me parece una solución genial. Para que probéis el sistema os dejo una muestra:

«Irb zhpub cbgrapvny, creb rfgá qrfcreqvpvnqb. Gbqn han trarenpvóa genonwnaqb ra tnfbyvarenf, fveivraqb zrfnf, b fvraqb rfpynibf bsvpvavfgnf.Yn choyvpvqnq abf unpr qrfrne pbpurf l ebcnf, grarzbf rzcyrbf dhr bqvnzbf cnen pbzcene zvreqn dhr ab arprfvgnzbf. Fbzbf ybf uvwbf znyqvgbf qr yn uvfgbevn, qrfneenvtnqbf l fva bowrgvibf, ab urzbf fhsevqb han tena threen, av han qrcerfvóa. Ahrfgen threen rf yn threen rfcvevghny, ahrfgen tena qrcerfvóa rf ahrfgen ivqn. Perpvzbf pba yn gryrivfvóa dhr abf uvmb perre dhr nytúa qín freínzbf zvyybanevbf, qvbfrf qry pvar, b rfgeryynf qry ebpx. Creb ab yb frerzbf, l cbpb n cbpb yb ragraqrzbf, yb dhr unpr dhr rfgrzbf zhl pnoernqbf»

Ry pyho qr yn yhpun

Enlace Rot13 | Más información

Venga, otra oportunidad

«Las relaciones son como los tiburones, solo se mantienen vivas si se mueven y creo que nuestra relación es un tiburón muerto.»

Annie Hall (1977), de Woody Allen

Todos sabemos que cuando se abre un blog uno lo empieza con ganas y mucha ilusión. Y es que un blog es un juguete que nos sale gratis, que nos construimos nosotros, que responde a nuestras ganas de jugar con él y que podemos modelar y adaptar a nuestras necesidades del momento.

Pero no nos equivoquemos, un blog es un vehículo que tarde o temprano y a través de nosotros tomará conciencia de sí mismo y se volverá un ser exigente y manipulador. Esa sensación suele llegar a los tres meses y coincide más o menos con el final del «tuneado» y casi siempre con el crecimiento de los bloggers que lo leen. Es decir, en el momento en que nosotros, las personas que hay detrás del blog, nos damos cuenta de que alguien nos lee -y da igual si son mil personas o veinte-, de alguna forma, nuestro otro yo virtual, nuestro antiego que yo diría, toma cuerpo y siente que se debe a sus lectores, sean muchos o pocos. Es ahí donde los cimientos del blog se tambalean por primera vez y nos hacen preguntarnos si realmente esa bitácora que estamos llevando nos sirve de algo o no. Un blog es como un tiburón, solo se mantiene vivo si se mueve y a veces resulta muy complicado levantarlo de sofá.

Estoy convencido de que, si el crecimiento de la comunidad en torno es bueno -y eso solo se consigue siendo fiel a tus lectores y a ti mismo-, el blogger se sentirá cómodo con su blog y continuará en su afán por dominar el mundo un poco. Yo abrí Realidad elevada al cubo porque me apetecía hablar de otras cosas que no fuesen cine, de cosas más personales, más variadas, pero nunca conseguí domarlo. Hace ya bastante tiempo que tenía ganas de retomarlo y tratar de ver cómo podía echarlo para adelante. Y esto es lo que he hecho. Le he cambiado el nombre y el aspecto y me he insuflado unos cuantos ánimos. Ahora solo queda ver si soy fiel y consigo mantenerlo a raya.

Por cierto, he renovado los Carnets Ruvios. La personalización de cada uno de ellos era una tarea que llegó a agobiarme de verdad. Lo siento, me superó. Como considero totalmente injusto que haya gente que desee tener un carnet que le afilie al estupendo Club Ruvio y tenga que depender de alguien como yo, lo que he hecho es crear un carnet genérico para que todo el que quiera lo coja sin problemas. Así todo será más rápido y mejor.

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